Desde
que tuve conocimiento de la clase invertida encontré una manera de
articular y dar forma a las ideas e intentos de mejorar mis
asignaturas que se habían ido sucediendo y acumulando a lo largo de
los años.
La
sensación de que no bastaba con la docencia tradicional me ha
acompañado siempre. No es posible que desde los griegos sigamos con
el mismo modelo docente: el gran profesor y los alumnos que escuchan
y toman nota. Los pitagóricos, de hecho, pasaban los primeros dos
años en las escuelas pitagóricas en silencio escuchando las
enseñanzas del maestro. Era lo que se llamaba alumnos acusmáticos.
Al cabo de esos dos años se ganaban el derecho a preguntar y se
convertían en alumnos matemáticos. Los nuestros no se han de ganar
el derecho a preguntar, pero seguimos con la misma actitud del
maestro que es poseedor de la verdad y el alumno que intenta
aproximarse al conocimiento a través de la escucha atenta de las
lecciones y las preguntas. Y las preguntas, claro, siempre que sean
acertadas, porque si no reciben la reprimenda oportuna. No
es razonable pretender que todo siga igual en el modelo de relación
alumno-profesor si todo el resto del mundo ha cambiado lo que ha
cambiado desde el siglo V antes de Cristo.
Por
eso me resulta atractiva la propuesta. Creo que plantea una
posibilidad organizativa que permite engarzar en ella todo el trabajo
previo y que incita, al mismo tiempo, a remodelarlo, adaptarlo y
ampliarlo. Creo también que el modelo ofrece una estructura que se
complementa, necesariamente, con otros planteamientos como el de la
gamificación, el trabajo cooperativo, etc. que lo hace más
interesante aún.
Decía
Giner de los Ríos: “El maestro es quien, rompiendo los moldes del
espíritu sectario, exige del discípulo que piense y reflexione por
sí, en la medida de sus fuerzas; que investigue, que arguya, que
cuestione, que intente, que dude, que despliegue las alas del
espíritu”. Decía también que “Los alumnos deben ir a clase a
discutir, a preguntar, a meterse bien todos en camisa de once varas,
a poner en apuros al maestro”. Pues de eso se trata, de conseguir
un aprendizaje vivo e intenso que no lleve a los alumnos a perder la
pasión por aprender y descubrir que todos tenemos desde niños.
En
fin, vamos a ver qué va pasando a partir de ahora. El planteamiento del curso sobre Flipped Classroom del Intef me parece muy interesante porque, en definitiva, no se puede aprender a hacer sin hacer.