lunes, 4 de abril de 2016

Gamifica que algo queda...

l planteamiento Flipped Classroom es el espacio perfecto para hacer compatibles otros planteamientos didácticos como ABP o Gamificación. Este segundo caso se nos ha planteado como objeto de reflexión y trabajo en este bloque del curso. En concreto se ha relacionado la gamificación con la necesidad de que los alumnos lleven un registro o documentación sistemática del trabajo diario que van desarrollando.

Photo Credit: harpsicello via Compfight cc

Una de las partes más interesantes de esta tarea ha sido, sin duda, la posibilidad de ir leyendo y comentando las aportaciones de los compañeros y compañeras del grupo. La posibilidad de acceder a puntos de vista diferentes del tuyo permite ampliar tu propia reflexión y centrarla en aspectos que podían haber pasado desapercibidos, en situaciones de aula distintas a la tuya que te permiten prever futuras dificultades y sus soluciones y en enfoques que amplían tu capacidad para encontrar soluciones creativas y adaptadas a cada caso que se plantee en la docencia diaria.

Tal y como planteo en la discusión sobre gamificación creo que la documentación del trabajo diario es necesaria más para que el alumno sea capaz de visualizar su progreso que para el posible control que el profesor ejerza del trabajo (que también es importante). Tengo la impresión que para esa cuestión todas las aplicaciones que he visto están más orientadas a primaria o los primeros cursos de secundaria y resultan un poco infantiles para los planteamientos en Bachillerato. Edmodo, sin embargo, se ajusta perfectamente a los alumnos de esos niveles. Creo que marcar tareas concretas que van sumando en la cuenta particular de cada uno de ellos es un buen método para iniciar a los alumnos en otra forma de trabajar. El complemento perfecto, desde mi punto de vista, es un blog o algún tipo de portfolio personal donde los alumnos puedan plasmar, no solo el resultado de su trabajo, sino sus propias reflexiones. En definitiva se trata de conseguir adultos críticos, responsables y autónomos que puedan organizar su esfuerzo, dirigirlo hacia un objetivo y alcanzar la meta.

Sin embargo se me plantean algunas dudas respecto de la estrategia de la gamificación. La fundamental es la cuestión de los premios. Muy a menudo, por no decir siempre, se plantea la cuestión de premiar a los alumnos. Entiendo que es importante reconocer méritos y esfuerzos y acompañar a los alumnos en el proceso educativo que, básicamente, es suyo. El mayor de los aprendizajes es el de la propia capacidad de aprender y el de las herramientas que les ayudarán a seguir haciéndolo. Nosotros, ni como docentes ni como padres, en su caso, no les vamos a seguir acompañando y supervisando a lo largo de la vida, con lo cual lo más importante es dotarles de aquellas herramientas que les harán capaces de ser críticos y autónomos se encuentren con lo que se encuentren. En ese sentido creo que las insignias de reconocimiento son interesantes siempre que sea algo "gestionado" por los alumnos. Me explico, si el alumno sabe que a lo largo del trimestre, pongamos por caso, ha de conseguir una serie de insignias (sean del tipo que sean, pongamos que una por trabajo colaborativo, otra por puntualidad en la entrega, otra por desarrollo práctico de un aspecto teórico, otra por la elaboración de un artefacto concreto...) y tiene varias tareas a partir de las cuales conseguirlas pautadas semanalmente, esa insignia no es un premio, sino el reconocimiento a la organización que él mismo hace de su propio trabajo. De ese modo tenemos alumnos que ganan en autonomía, capacidad de organización y, evidente, en confianza en su propia capacidad y autoestima.
La motivación sólo puede ser de dos tipos: o interna o externa. Si mi motivación depende de que me premien, desaparece cuando desaparece el premio. Ninguno de nosotros se plantea castigar (creo) pero premiar desarrolla los mismos mecanismos psicológicos en el alumno y convierte el aprendizaje en lo mismo. Si en un caso hago las cosas para evitar el castigo en otro las hago para conseguir el premio. Y si de lo que se trata es de educar de una manera más ajustada a las capacidades de cada uno de los alumnos no podemos hacer depender el desarrollo de esa capacidad de la valoración externa del profesor que juzga. Pensadlo por un momento ¿qué motivación es más potente que aprender y ser consciente de ese aprendizaje? Pensad en cuántas de las tareas, aficiones o actividades que desarrolláis en este momento por pura pasión o placer de hacerlo no llevaríais a cabo si fueran obligatorias o parte de un proceso de valoración.


Es por eso que creo que un sistema de insignias "reguladas" por el alumno resulta interesante. El profesor marca una serie de hitos del trabajo que se está desarrollando y el alumno gestiona su esfuerzo y sus insignias. El alumno que esté dispuesto a aprender mucho y se apasione con los proyectos y las tareas llegará más lejos y el que sólo esté interesado en aprobar sabrá qué debe hacer, de qué manera y en qué medida pero esa diferencia será resultado de su libertad individual, no de competir. Estoy convencido de que la mera visibilización de lo que sucede cuando aprenden sin la presión del examen o de la mirada inquisitiva-valorativa del adulto es una motivación más potente que cualquier premio. Además, la idea de premio, más aún si lleva privilegios aparejados, convierte a quienes no lo consiguen en perdedores y establece muchas diferencias que se cargan la idea de educar, precisamente, en la diferencia.
En este mismo sentido es muy interesante el planteamiento del trabajo colaborativo. Tal como ha pasado en esta tarea, el trabajo organizado en forma colaborativa enriquece la capacidad de los alumnos y el alcance de sus reflexiones y sus conclusiones.

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